Hay ocasiones en que su mente se nubla y aparece enfermo o drogado en su infierno.
No sabe en qué día vive. No sabe si es de día o de noche. No sabe si tiene hambre. No sabe si está desnudo. Es Julio César García, “El Morín”. Lo hemos visto deambular por las calles de Monclova: un día limpia vidrios, otro día saca basuras o hace mandados. Pero hay días oscuros donde su mente se nubla y aparece el Julio César enfermo, drogado, en su infierno. Son los días en que se lanza contra los vehículos en movimiento, rompe cristales y se pierde tambaleante, preso de los solventes, por el bulevar Pape, esquina en calle Matamoros que es donde siempre se le ve o hasta la avenida Industrial.
"Yo no hago daño a nadie-, dice mientras inhala la droga en la acera de la calle Hidalgo. Allí, con el torso desnudo, un pantalón raído color azul, sus cabellos sucios y unos huaraches que cuentan la historia de cada calle de Monclova, “El Morín” se refugia en su silencio. Y es que Julio César, “El Morín”, es el espejo de una sociedad cauterizada por la indiferencia, alejada de la misericordia, incómoda por este hombre solitario y olvidado.
La mayor parte de los días se los pasa en una celda de la comandancia municipal, pues no hay nadie que se interese por él. Monclova no cuenta con Centros de Salud Mental para atender a este tipo de personas. Julio César estará unos días en su celda. Luego volverá a las calles. Volverá a inhalar solvente. Y la noche larga y oscura volverá a su mente, ante la vista de la inmutable, indiferente, anestesiada sociedad.
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