ENCUADRES
La cuenta regresiva está a punto de llegar al día esperado.
El próximo domingo 06 de junio, casi 93.5 millones de mexicanos están llamados a las urnas para votar por 500 diputados federales, 15 de 32 gobernadores estatales, 30 Congresos locales y 1,900 Ayuntamientos.
Esta semana terminan las campañas, pero la efervescencia seguramente permanecerá vigente hasta mucho después de la elección.
Tanto en columnas como artículos y por supuesto en la propaganda, he notado el repetitivo comentario que advierte que votar por Morena es votar contra México. Incluso algunos líderes políticos, como Ricardo Anaya, señalaron que “si permitimos que Morena siga destruyendo al país, entonces (...) tendremos que pedir perdón a nuestros hijos, por heredarles un país hecho pedazos”. En tanto que el expresidente Felipe Calderón aseguró que en estos comicios “no se trata meramente de elegir entre distintos candidatos, propuestas y trayectorias, (...) esta elección va mucho más allá de eso, en estas elecciones tendremos que decidir entre democracia o dictadura”.
Tales comentarios son tajantes y muestra del poder de esta elección, pero al mismo tiempo representan un riesgo polarizante y segregador del ciudadano.
Es cierto que algunas medidas del presidente Andrés Manuel López Obrador y su partido, Morena, han sido antipopulares entre la oposición y algunos ciudadanos, yo mismo me incluyo en contra de algunas de sus acciones, y es cierto también que votar significa un cambio de proyecto o al menos un contrapeso útil para quienes están o estamos en desacuerdo. Sin embargo, el asunto debe ir más allá.
Los comentarios de la oposición a López Obrador parecen hábiles formas de mostrar la necesidad de un cambio en algunas políticas, pero al mismo tiempo evidencian a una oposición que pareciera hambrienta de regresar al poder o que quiere recuperar lo que la 4T les ha quitado en otroras privilegios, tal como ha asegurado en sus discursos el mismo AMLO. Cosa sumamente riesgosa por sus indicadores divisionistas en un país que hoy más que nunca debe permanecer unido.
Además, las advertencias lanzadas reducen al ciudadano. Lo marginan a un mero elector de una vez, que no tiene mayor injerencia en los asuntos prioritarios de la nación.
Por supuesto, los de la 4T y los de la oposición son representantes, pero la labor ciudadana no puede quedar en solo asignarles el lugar, ni siquiera la de los mismos contrapesos que exigen.
No puedo omitir que la mayoría de Morena ha sido abrumadora en respaldo al presidente, pero pese a su fragilidad, México cuenta con mecanismos para dirimir diferencias e incluso si estos fueran endebles, no hay ocasión más perfecta para fortalecerlos.
Al margen de los resultados, es tiempo imperante de transitar a la democracia participativa, pasar del voto en contra como forma de castigo o arrebato, al voto en favor del país y que sea pie a una participación política activa.
México necesita a sus ciudadanos. Con ideas propias, pero objetivos de bienestar comunes, hoy me sumo a quienes ya dieron un primer paso hacia este sentido. ¿Nos sigue?
Macroeditor Web
@afchavezfelix
