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Disturbios en Países Bajos que mantienen en vilo a un Gobierno en funciones

Disturbios en Países Bajos que mantienen en vilo a un Gobierno en funciones
AGENCIAS / EL TIEMPO
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Bajo la bandera de protestas contra el toque de queda, grupos de ultraderecha, hinchas, negacionistas y jóvenes convocados en redes sociales se han echado a las calles estos días contra la policía en los peores disturbios que vive Países Bajos en 40 años, lo que mantiene en vilo a un Estado en precampaña y con un Gobierno dimisionario en funciones.

La articulación en las redes sociales de grupos de ultraderecha como Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente (Pegida) ha facilitado la movilización de jóvenes con diferentes (o ninguna) afiliación ideológica, que han descargado una clara rabia contra la policía, los comercios y el mobiliario público.

“Es como Estados Unidos. Los blancos, con miedos económicos, asaltan el Capitolio, pero si fueran negros, morenos o musulmanes, los llamarían terroristas. Aquí igual. Algunos blancos frustrados destrozan tiendas y pegan a policías. Si fueran marroquíes, tendríamos debates de urgencia en el Congreso y pediríamos enviarlos a Marruecos”, comenta a Efe el analista neerlandés Diederik Brink.

Los partidos de ultraderecha respaldaron al principio estas protestas como una “lucha por la libertad”, pero después se desvincularon señalando a los inmigrantes.

El populista Geert Wilders cargó contra lo que llamó “la escoria, a menudo inmigrante, que está destruyendo” Países Bajos, y el ultraderechista Thierry Baudet consideró que esto “no tiene nada que ver con protestar, sino con la inmigración masiva fallida”.

REDES SOCIALES, CLAVE EN SU MOVILIZACIÓN

Con mensajes en grupos de Telegram o Snapchat instando a “dar un golpe duro al Gobierno” y con adoquines y petardos en mano, estos jóvenes se daban cita cada noche en diferentes ciudades, ante el desconcierto del resto del país, que observa cómo se está radicalizando la naturaleza de las manifestaciones contra las restricciones que han visto desde marzo.

“Esto ya no tiene nada que ver con protestar, es puro aburrimiento. Saquean las tiendas de gente trabajadora y no tienen ni idea del daño que hacen”, dijo al diario "AD" Yusuf Can, un trabajador social de Róterdam, punto crítico para los enfrentamientos.

En la noche del martes al miércoles hubo 131 detenidos en diferentes municipios, con un denominador común: hombres jóvenes, en general veinteañeros, que salen cerca de su barrio para enfrentarse con la policía y causar destrozos, aunque, según la Fiscalía, entre ellos hay un número “llamativo” de adolescentes de 14 y 15 años. aaaagentes

La policía trató de dispersar las protestas con cañones de agua, y los municipios desplegaron también a unidades antidisturbios. El alcalde de Den Bosch, Jack Mikkers, denunció que estas llegaron tarde a su ciudad porque estaban ocupadas en otros puntos del país, lo que planteó la pregunta de si hay suficientes unidades antidisturbios en Países Bajos.

El jefe policial Willem Woelen anunció que está investigando si es posible obtener ayuda de las fuerzas de seguridad alemanas y belgas para desplegarlas “bajo dirección de la policía neerlandesa”, si los disturbios estallan de nuevo.

FRACASO POLÍTICO

Para Brink, lo que ocurre es “una situación horrible y un momento de profunda vergüenza”, y enumera que en Países Bajos hay “retrasos en la campaña de vacunación, el enfoque gubernamental sigue sin estar claro, el uso de mascarillas se introdujo demasiado tarde” y el toque de queda es la primera restricción a la movilidad que se aplica desde marzo.

Pero estos jóvenes “no protestan por la lentitud en la vacunación o por las políticas del Gobierno, son chavales frustrados que han sido engañados por políticos concretos y por las redes sociales”, y otros “simplemente echan de menos estar en la calle y esta forma violenta es su manera de expresar su ansiedad”.

Lamenta que “estén arrasando con sus ciudades, un golpe para los empresarios que ya están pasando apuros”. Hay un confinamiento, con el cierre de toda la actividad no esencial, desde mediados de diciembre, y la hostelería lleva cerrada desde octubre.

Jueces de La Haya, Middelburg y Breda han impuesto hoy las primeras condenas de servicio comunitario y de prisión a cuatro personas arrestadas por participar en los disturbios y acusadas de delitos como violencia e incitación.

Un joven de 19 años, por ejemplo, recibió dos meses de cárcel por lanzar piedras a un furgón de la policía. “Lo lamento mucho, estoy muy avergonzado, no me reconozco en esto”, le dijo al juez.

La Policía neerlandesa no baja la guardia a pesar de que la cuarta noche de disturbios fue la menos tensa de estos días, porque teme que el auge de la violencia llegue el fin de semana. Ha aumentado la vigilancia de las redes sociales y movilizado a la sociedad para frenar una escalada.

PRECAMPAÑA

Tras casi un año aplicando medidas quirúrgicas como parte de estrategias como el confinamiento inteligente, que dejaba en manos de la sociedad la decisión de confinarse por responsabilidad y madurez social, la llegada repentina de un toque de queda es un golpe a los que tenían esperanzas puestas en las vacunas como principio del fin.

El panorama en el país es de inestabilidad, también política. Países Bajos va a las elecciones el 17 de marzo, con Mark Rutte buscando la reelección por cuarta vez desde 2010, y con la ultraderecha alimentando un discurso negacionista que ha calado en algunos sectores goleados por los cierres o desconfiados de la ciencia.

Además de su gestión de la pandemia, al Ejecutivo saliente de Rutte le acecha la polémica que le obligó a dimitir hace dos semanas, después de que la Agencia Tributaria acusara sin fundamento a 30.000 familias de fraude fiscal, llevando a muchas a la ruina y haciendo tambalear a todo el sistema neerlandés.

Después de que los hinchas de fútbol salieran a evitar reyertas, un conocido columnista neerlandés, Jan Roos, ironizó en Twitter que el “hecho de que las calles estén vigiladas por el núcleo duro de los seguidores del fútbol indica la bancarrota en la que está este país” y consideró que “diez años de Rutte han destruido todo más de lo que gustaría”. 

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