Día Mundial del Anestesiólogo: ¿Por qué se celebra hoy, 16 de octubre?

Día Mundial del Anestesiólogo: ¿Por qué se celebra hoy, 16 de octubre?
Daniel Aguilera / El Tiempo de Monclova

 

La razón detrás de que el 16 de octubre sea el Día del Anestesiólogo es un hecho histórico de gran trascendencia.

La medicina moderna no se concibe si no hay anestesia, que son todos aquellos medicamentos para prevenir el dolor durante una cirugía y otros procedimientos. Y, si hay anestesia, en cualquiera de sus diversos tipos, debe haber un experto en el tema: los anestesiólogos.

Ellos son quienes han se han formado en una especialidad que ha logrado disminuir la morbi-mortalidad de los pacientes a nivel mundial. Pero, ¿por qué el Día Mundial del Anestesiólogo se celebra hoy, 16 de octubre?

Si bien, la gente usa indistintamente el término "anestesistas" y "anestesiólogos" (el Diccionario de la lengua española, de hecho, los consigna como sinónimos), en el lenguaje médico, y en especial en las zonas hispanohablantes, hay distinciones, y estas tienen que ver con la capacitación.

A diferencia de los anestesistas, que suelen ser técnicos o enfermeros, los anestesiólogos son aquellos profesionales que han cursado la carrera universitaria de médico y han hecho la especialidad. Entonces, es interesante saber ¿por qué se celebra hoy, 16 de octubre, el Día Mundial del Anestesiólogo?

 

Día Mundial del Anestesiólogo: ¿Por qué se celebra hoy, 16 de octubre?

El Día Mundial del Anestesiólogo se celebra el 16 de octubre porque, ese día, pero en el año 1846, se realizó oficialmente la primera operación con un paciente previamente anestesiado. En griego, la palabra "anestesia" quiere decir "sin sensibilidad" para percibir dolor (anaesthesia).

Primera operación oficial con un paciente previamente, 16 de octubre de 1846. La cirugía fue posible gracias al producto que había aportado el odontólogo William T.G. Morton: el éter.

Esta primera operación se llevó a cabo en el anfiteatro de la facultad de Medicina del Massachusetts General Hospital, de los Estados Unidos. Frente a un público expectante, el doctor John Warren extrajo un tumor congénito a un paciente de veinte años, que, cuando salió del estado de inconsciencia, admitió no haber sentido nada. La cirugía fue posible gracias al producto que había aportado un odontólogo llamado William T.G. Morton: el éter.

Hasta ese momento, evitar el dolor provocado por enfermedades o los que involucraran cirugías había sido un gran desvelo. Desde comprimir la carótida a nivel del cuello (así se creaba una isquemia que provocaba un estado comatoso) hasta recurrir a licor o narcóticos vegetales (como, por ejemplo, la adormidera, la mandrágora, el cannabis, el opio...), los recursos para paliar el dolor fueron varios a lo largo de las civilizaciones.

Morton no fue quien descubrió el éter ni tampoco el primero en utilizarlo. El médico Crawford Long, en 1842; el estudiante de medicina William Clarke, en 1842; y el odontólogo Horace Wells, en 1844, figuran en la lista de quienes ya lo habían usado antes.

Haber aprendido de los errores de sus antecesores y haber capitalizado toda la información que, desde el siglo XVII y a lo largo del siglo XIX, había surgido a partir del descubrimiento de los gases constituyó, sin embargo, el gran mérito de Morton, quien se llevó los laureles por haber instaurado la anestesia en la cirugía.

En griego, la palabra

Así, el 16 de octubre de 1846 marcó un hito. "Esa primera intervención con anestésico inhalatorio cambió la historia de la medicina: se considera que es el día del nacimiento de la anestesiología moderna. A partir de entonces, se pudieron realizar procedimientos quirúrgicos antes impensados por el dolor que provocaban", resume el médico anestesiólogo Heber Escudero Fernández, secretario general de la Federación Argentina de Asociaciones de Anestesia, Analgesia y Reanimación (FAAAAR).

Además de las crónicas periodísticas de la época, hay un óleo inmenso que está en la Biblioteca de Medicina, de Boston, que plasma lo que sucedió ese día. La sala en la cual se realizó aquel procedimiento es monumento histórico. La llaman "ether dome".

 

Expertos en seguridad

Para ser anestesiólogo hay que, primero, haber obtenido el título de médico, una carrera universitaria que suele tardar entre seis y siete años en promedio. Luego, hacer una residencia en la especialidad, cuya duración suele variar entre cuatro y cinco años.

En la actualidad, hay residencias que permiten cursar su parte teórica de manera online mediante convenios con algunas universidades. En Argentina, existen más de noventa centros de formación de especialistas.

Desde 2013, los anestesiólogos argentinos han asumido el compromiso de trabajar en hospitales públicos. No bien terminan la residencia, devuelven al Estado la misma cantidad de años que este invirtió en ellos, ya sea cuatro años o siete, según el caso.

La primera intervención con anestésico inhalatorio cambió la historia de la medicina: se considera que es el día del nacimiento de la anestesiología moderna. Foto: Ámbito Jurídico.

En la Argentina, hay seis mil anestesiólogos. "Se trata de un número muy razonable para el país y para Latinoamérica, teniendo en cuenta las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS)", apunta Escudero Fernández, de la FAAAAR. Esta federación es, también, miembro de la Confederación Latinoamericana de Sociedades de Anestesiología (CLASA), cuyo actual presidente es argentino.

La capacitación es un pilar fundamental de esta especialidad. "Los anestesiólogos deben estar certificados y entrenados para ejercer. Todos los años, ya sea que estén en La Quiaca o en Ushuaia, los médicos/as y médicas anestesiólogos/as deben someterse a exámenes que acrediten si están en condiciones o no para trabajar", explica Escudero Fernández.

Esta certificación y recertificación son una suerte de control que sirve para mantener estándares de seguridad y calidad de acuerdo al marco de referencia del Ministerio Salud de la Nación. Para ser anestesiólogo, no solo hay que ser médico y saber de anestesia general o anestesia regional.

Hay que saber todas las especialidades médicas, en especial, las quirúrgicas o las críticas, como terapia intensiva o emergentología. Hay que saber de tecnología, de medicación peligrosa, de tratamiento del dolor, de hemodinámica, de manejo de respiradores y en reanimación (RCP básico y avanzado) y de trabajo en equipo.

Desde 2013, los anestesiólogos argentinos asumieron el compromiso de trabajar en hospitales públicos al terminar la residencia. Así, devuelven al Estado la misma cantidad de años que este invirtió en ellos. Foto: Dor Crônica.

Tal como los pilotos de avión, los anestesiólogos cuentan con centros de simulación para entrenarse y como herramienta educativa, que están ubicados en varias ciudades del país: se trata de quirófanos preparados tecnológicamente para que estos profesionales puedan entrenarse cuantas veces sea necesario y encarar diferentes situaciones críticas. La federación y las asociaciones que hay en todo el país fomentan, además, la prevención del estrés de estos médicos.

El trabajo de excelencia es su leitmotiv. Dice Escudero Fernández: "Para brindar atención de calidad, que es un derecho de los pacientes, se exige formación de calidad. Los anestesiólogos llevamos a los pacientes a una situación crítica entre la vida y la muerte''.

''Somos como el cinturón de seguridad y todo el sistema de airbag en un auto de alta gama. Monitoreado y controlado hasta su recuperación, el paciente debe salir de la misma manera en la que entró al quirófano. No puede haber fallas".

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