Después de ese día ya nada fue igual, mi alma requería de ese tiempo de ir a correr, mi cuerpo cambió (perdí 9 kilos y varias tallas), mi mente cambió, mi espíritu cambio, anhelaba ese tiempo de estar en contacto profundo conmigo.
Fui mejorando rápidamente, mis límites del dolor se esfumaron, y ese anhelo de correr se convirtió en algo muy intenso rallando en la obsesión por mejorar, solo pensaba en el roloj y aunque el lugar era bueno, yo nunca estaba conforme.
La chica de espíritu expectante y emocionado que amaba correr fue superada por una chica que se obsesionó por in contra el reloj y que se olvidó que era por amor lo que hacía.
Entonces sucede que ni todos los trofeos pueden llenar ese vacío que se siente porque el alma está esclavizada, ese placer que sentía al correr se volvió una carga, se volvió una angustia perene, era como luchar contra sí misma.
Tarde muchos años en descubrir que le pasaba a mi alma insatisfecha, porque no justificaba con que tenía que mejorar, que no podía ser conformista, que debía ser mejor.
Cuando me di cuenta que estaba encerrada en mi egoísmo y la vanidad, cuando me di cuenta en lo que me había convertido, deje de correr.
Perdí la inspiración y descubrí que el mal no puede ocultarse se deben reconocer los errores con honestidad y arrepentimiento verdadero y entonces te conviertes en un ser libre.
Pasaron tres largos años en que pare de competir y fue extenuante encontrar la inspiración verdadera, la inspiración espiritual, mi verdadera naturaleza, en el fondo de mi misma estuve esperando a esa chica que no ha perdido la capacidad de asombro la de espíritu expectante y emocionado.
Pero el viaje no termina encontrando la inspiración, el paso decisivo y de mayor valor es llevar ese tesoro a un superior, a la vida diaria y eso es lo más difícil.
El significado de la vida es que seguimos en proceso de reconocer nuestra verdadera naturaleza, consientes, creadores y con la capacidad de disfrutar con amor el placer de correr con todos los sentidos, el placer de sentir nuestro cuerpo desplazarse con armonía.
Sentir en cada zancada que Dios se complace con que corra y use mis dones como corredora hasta el límite.
Volví a competir pero esta vez de manera diferente, mil veces prefiero mi espíritu libre que vivir en un encierro que esclaviza el alma, amo correr.
Cuáles triunfos recuerdas con agrado?
Sin duda mi mejor carrera fue esa tarde del 4 de octubre de 1998 cuando solo salí a correr con el único objetivo de cruzar la meta.
Otra de mis favoritas sentimentales es la primera vez que terminé la carrera de 100 kilómetros, ese día mi mente y mis límites físicos dieron un salto enorme y todo en mí se volvió a sacudir. Descubrí una intensa fuerza interior que hay en mi misma y que no conocía.
Otra es el maratón de San Antonio, porque tras mis intentos fallidos de hacer un maratón, ese día no solo logre hacerlo, sino que Dios me dio la oportunidad de llegar primera, eso casi fue increíble para mi.
Porque ya tenía más de 40, si a mis veintitantos me hubieran dicho; cuando tengas 41 vas a ganar un maratón, creo que hasta me hubiera enojado por la broma. La nueva inquietud en mi mente y mi corazón, correr 100 millas.
Qué opinas ahora de la pandemia?
La pandemia ha cambiado toda nuestra vida, se suspendieron las carreras y todo ese tema de volver a las carreras es incierto, sin embargo es un tema que es muy importante porque se trata de cuidarnos.
Cuidar nuestro entorno porque es la vida la que está en riesgo, hacemos lo que se puede con sus debidas precauciones en casa y fuera de casa.
Nos protegemos para proteger a nuestros seres queridos, yo me quedo en casa cuidando de mi hija, mi casa, mis perrhijos, mientras mi esposo sale a trabajar.
Por la tarde salgo a correr por salud física y mental con todo el protocolo que se debe seguir; la sana distancia, el cubre bocas, llegar directo a bañar, debemos ser conscientes de que estamos en medio de esta pandemia y hay que hacer lo que se tiene que hacer para estar preparados.
