Revive el Revolucionario Institucional
Hace tres años, en las elecciones de 2017, cuando se eligió a quien sería el nuevo Gobernador del Estado de Coahuila, se presentó una situación muy particular y extraña: los municipios que siempre se han caracterizado por el voto priísta, tales como Monclova y Torreón, dieron la espalda al partido de toda su historia.
Contrario a lo que en cada elección el Partido Revolucionario Institucional estaba acostumbrado a dar como hecho, el panorama se le vio complicado al hoy Gobernador Miguel Riquelme, tomando en cuenta además que este último es lagunero y fue alcalde de Torreón.
Por un margen bastante estrecho con respecto a su contrincante más fuerte Guillermo Anaya, y sin contar con las irregularidades que se dieron en el proceso electoral tales como que el PREP daba la ventaja al candidato del PAN, Miguel Riquelme logró lo que de inicio pensaban sería fácil. Nada más lejos de la realidad.
La ciudadanía dejó un claro mensaje al salir a votar: ‘no queremos más al PRI’. Mismo que se vio con mayor fuerza y más abrasador en las elecciones federales de 2018, pero ese es tema de otro costal.
Volviendo a la entidad, Coahuila, siendo un Estado históricamente priísta (y de esos de hueso colorado) ha sido gobernado desde 1929, cuando las siglas eran PNR, por el Revolucionario Institucional.
Con este antecedente, era de preocuparse que los votantes de Coahuila dejaran de creer en el partido de toda la vida, que lo que era sólo un mero protocolo, de verdad se convirtiera en una contienda por el poder, pero, sobre todo, que los métodos para conseguir el voto del ciudadano ya no fueran eficientes.
Fue desde entonces que se vieron en la necesidad de reforzar y/o renovar las prácticas de siempre, para fidelizar nuevamente al Coahuilense y decirle que ya habían cambiado, que son un nuevo partido, renovado, fresco y galante: ¡el nuevo PRI!
Y tal parece que les dio resultado, porque a tres años de las elecciones para gobernador y a dos de las elecciones federales donde el voto priísta fue claramente mermado por nuevas opciones, esta última jornada da la total e indiscutible ventaja nuevamente a quienes ya son parte de la historia del Estado.
¿Bueno o malo?
Algunos dirán que más vale malo conocido que bueno por conocer, algunos otros serán quienes se rasguen las vestiduras diciendo que cómo puede ser posible que los Coahuilenses sigamos votando por el partido que ha saqueado al Estado a lo largo de la historia.
Y son a los segundos (aunque también a los primeros) a los que les pregunto sinceramente: ¿salieron a votar?
Creo que mucha de la culpa se la echamos a las personas que votan por uno u otro partido. Nos quejamos de los resultados. Rechazamos lo que la mayoría de la gente decidió y muchas de las veces, es mayoría tangible porque la mayoría de clóset no sale a votar.
Eso de ser ‘revolucionario’ tras un teclado es un chip que debemos quitarnos, es más, un chip que nunca debimos adoptar pero que llegó inminentemente con el avance de la tecnología.
Ahora cualquiera se convierte en analista político y da la visión de su realidad, pero sin ejercer esa obligación de salir a votar. Triste es ver a quienes se quejan sin aportar nada para que la cosa cambie, cuando se supone que anhelan un ‘cambio’ pero quieren que se dé como por arte de magia y que si, aún cuando se dé solito no les gusta, podrán regresar tras sus pantallas para volverse a quejar.
Y así, como dijo el Buki: ¿a dónde vamos a parar?
No hay qué ser.
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