Don Sergio Guerra ‘El aventurero del Amor’

Don Sergio Guerra ‘El aventurero del Amor’

 

MARCO ESCALERA / REPORTERO

El espíritu aventurero y el deseo de recorrer el mundo, conociendo diferentes culturas y costumbres de diferentes países y continentes, es el sueño de todo ser humano, pero muy pocos, son los que tienen esta oportunidad, en la que sin darse cuenta, la edad avanzada los alcanza y solo se vive de recuerdos, convertidos en satisfacciones.

Es la Historia de Don, Sergio Guerra de León, quien cuenta con más de 70 años de edad y la tercera edad y un asilo de ancianos, le cortaron prácticamente las alas a su espíritu aventurero, que logró conocer muchos países europeos, donde recuerda con alegría cada paso por el mundo.

Su lugar natal, es la ciudad de México, donde su adolescencia, lo llevó a ser un Jugador de Futbol americano semiprofesional, de ahí incursionó su vida laboral, en una agencia dedicada a la competencia del fisicoculturismo, donde conoció a una chica Francesa e inició una relación de noviazgo.

Posteriormente, llegó a ser Gerente de la agencia y tenía que acudir a cada una de las competencias que se llevaban a cabo en diferentes países, donde aprovechaba, para viajar con su novia francesa, con la cual visitó varias veces París.

Posteriormente, conoció una mujer Alemana, de la cual también se enamoró y continuó con la oportunidad que le estaba brindando la vida, conocer parte del mundo, fue como logró estar en países como Francia, Italia, Grecia, Irlanda, Alemania, entre muchos otros, al igual que diferentes países del Continente Americano.

Y aunque no recuerda con exactitud, el resto de los países que visitó, lo que si alcanzó a recordar su memoria, es que sin duda, la ciudad del amor, Paris, es la que lo dejó enamorado, y cuantas veces tuvo la oportunidad de regresar, lo hizo, aprovechando cada instante vivido en aquella ciudad Francesa.

Don Sergio Guerra de León, no solamente tenía un espíritu aventurero, sino que además, su corazón era de “condominio”, en él habitaban decenas de mujeres, que logró atraerlas, reconociendo ser un noviero de corazón, y que además, le gustaba tener novias extranjeras solamente.

Francesas, Alemanas, Italianas, Canadienses, Americanas, no tenía compromiso con ninguna nacionalidad europea ni Americana, le gustaban las culturas y costumbres que reflejaban las diferentes novias que tuvo, y que logró compartir durante su juventud esos viajes de trabajo, que eran aprovechados y convertidos en viajes de placer.

“Fueron varias novias las que tuve, de hecho muchas, yo estaba en los 21 años, y algunas de mis novias, eran mayores que yo y otras menores, pero todas se pasearon conmigo, las lleve a conocer otros países y disfrutaron a mi lado, cada viaje que hicimos”, narraba Don Sergio.

No fue hasta años después, que se quedó sin Secretaria, y un amigo le llevó una Monclovense, a quien le dio inmediatamente el trabajo, ya que le urgía una asistente, de la cual por supuesto se enamoró, y le clausuró ese corazón de condominio e incluso, se lo trajo a radicar a esta ciudad de Monclova.

Nunca había conocido este lugar, le gustó y echó raíces en esta ciudad, donde nacieron sus dos hijos, con los cuales continuó con vida matrimonial y con los viajes que siempre le gustaron.

Sin embargo, en cuanto menos se acordó la edad avanzada lo alcanzó y decayó ese espíritu aventurero que lo llevaba por diferentes países y peor aún, llegó el encierro en un asilo de ancianos, que terminó de cortarle sus alas.

Sin recordar exactamente lo que sucedió, con su fallida memoria, relató que un día llegó a este lugar y le preguntó a una de sus hijas, que si lo había llevado a un restaurante o algún hotel, donde obtuvo como respuesta que era el asilo de ancianos.

“Me dijeron que solo si quería me iban a dejar aquí, entonces les respondí que estaba bien, que quería probar, y ahora ya tengo un año y medio aquí, me siento muy agusto, y aquí he recapacitado, dándome cuenta, que hay un tiempo para todo, una juventud, una madurez y hoy la etapa de la vejez” concluyó.

Hoy en día, esos viajes, esos países, esas mujeres, solo son un recuerdo en la memoria de Don Sergio Guerra de León, quien vive de ellos, y lo llena de felicidad platicarlos desde su mecedora al interior del asilo de ancianos, donde siente que recordar es volver a vivir.

Sin embargo, destacó que su la vida le diera la oportunidad de volver a París, la ciudad del amor, lo haría con mucho gusto.

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